Reflexión dominical-Domingo de Pentecostés

Pente258

REFLEXIÓN DOMINICAL

Domingo de Pentecostés, Ciclo A

31 de mayo de 2020

¿Qué haces aquí?

Por Fr. Fausto E. Méndez OSA

 

Quisiera leer un significativo pasaje de la Escritura que narra un encuentro con Dios:

 

Del primer libro de los Reyes (19, 9-13)

 

En el monte Horeb, el profeta Elías entró en una gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor.

 

El Señor le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?». Él respondió: «Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida».

 

El Señor le dijo: «Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor». Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave.

 

Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: «¿Qué haces aquí, Elías?».

 

¿Qué haces aquí? Una pregunta muy significativa en Cuaresma y Pascua. No interroga por una ubicación, como tampoco es un reclamo, es una voz similar a cuando San Pedro, saliendo de Roma se encuentra con el Señor y pregunta: “¿A dónde vas?”, ¿Era necesario preguntar? ¿No es evidente para el que todo lo sabe? Tampoco es una exclamación de duda e incertidumbre por parte de Dios, entonces ¿De qué se trata? De preguntarnos a nosotros mismos ¿Qué hacemos aquí?

 

Se nos pregunta para dar una razón por que estamos en un lugar o por lo que se supone que debemos hacer en el mismo ¿Qué hacemos…aquí? ¿En la tierra, en la vida, en la casa, en la familia, en el trabajo, en el convento? ¿Qué haces? ¿Qué haces encerrado por miedo? ¿Qué haces escondiéndote? ¿También esperas a Dios en la brisa suave? Nuestro tiempo, ¿Es encierro o recogimiento? ¿Es resguardo o castigo? ¿Tanto miedo tenemos a estar con la familia o peor aún, tenemos miedo de estar con nosotros mismos?

 

Si algo meditamos con las lecturas de Pascua es que no estamos, ni hemos estado solos. No sólo porque Dios nos acompaña, sino porque somos Iglesia, el misterio de Dios en que se manifiesta el don de la unidad, de los que reunidos, esperan juntos … Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles que esperamos que este momento de guardarnos en los hogares sea un momento para conocer más a nuestra familia, para sanar los hogares dañados por las agendas saturadas, el opio de la tecnología, por las múltiples reuniones de fin de semana y por los “escapes de la rutina”…ven Espíritu y llena con tu divina gracia, los corazones que Tú creaste.

 

Tú, a quien llamamos Paráclito, fuente de todo Consuelo. Consolar es aliviar y ¿Qué alivias, Espíritu Santo? Tú alivias la soledad del pecador, alivias al que se aflige por sus errores, remedias la división, suavizas el corazón de piedra y secas las lágrimas de la amargura. Nos das a beber agua que calma la sed de la alegría, que calma la necesidad de certezas, hechos, estadísticas… y la sacias de fe, ¡Enciendes fuego para aplacar las frívolas angustias e inquietudes! Alivias a quien no ha podido ayudar a quien lo necesitaba, desatas los nudos en la garganta de quien no deja hablar a su corazón, tú unges con ternura al soberbio porque sólo das abrazos al corazón.

 

¿Qué haces aquí? Reunido por miedo y no con la esperanza en que todo se solucionará. La ciencia ha dado mucha luz, pero ya no sentimos la fe porque ya no cultivamos nuestro espíritu.

 

¿Qué haces aquí? En tu vocación a ser apóstol, ¿Cómo anunciamos la alegría y el consuelo de que le Señor cumple sus promesas? ¿Cómo anunciamos la unidad y la alegría de ser Iglesia? Señor, me temo que en muchos lugares, seguimos confundidos como en Babel. Seguimos creyendo que “estorbas” en nuestros proyectos, en nuestras vidas…te oímos, pero nos cuesta trabajo escuchar; te vemos, pero no en el necesitado; te gustamos, pero no en la oración sino en el gozo y la risa que no se te agradece; en plena primavera no percibimos las esencias de tu Creación; sin embargo, tú nos tocas el corazón, deseas sanarlo, curar su debilidad, para verte, oírte, gustarte, olerte, tocarte, pero el miedo hace que el corazón sea estéril como desierto…

 

¡Gloria a Dios que tú has sacado manantiales de las rocas! Haz que de nuestro corazón broten dones de paz, de paciencia y caridad. Necesitamos tu sabiduría que purifica la mirada, el consejo que guíe nuestros pasos, la ciencia para conocer lo que es bueno, el entendimiento para aprovecharlo, la piedad para agradecerlo, la fortaleza para resistir la adversidad y el santo temor de Dios para no hacer nada que nos separe de ti, maestro y guía del bien

 

Por ti, hemos conocido las maravillas del proyecto de Dios, por ti hacemos nuestra la Cruz gloriosa de la salvación y por ti, Espíritu Santo, nuestro corazón arde en el deseo de ver a Dios, porque no le tiene miedo a responder al llamado de la caridad. Sólo conociéndote, recibiéndote, contestamos al “qué haces aquí” como el profeta: “Me consume…”, el deseo de estar contigo, Señor, en el que necesita consuelo, en el que enseña, el que corrige, el que perdona, el que soporta, en el que aconseja, en el que ora, en el que ama.

 

Con la Solemnidad de Pentecostés termina el tiempo de Pascua y, al menos en nuestro país, algunas cosas vuelven a “la normalidad”, pero ¿Seremos los mismos? Como Elías, nos refugiamos porque nos perseguía una amenaza, pero como los apóstoles, estábamos reunidos por una promesa y una firme esperanza, esperar el consuelo de Dios…Estos tiempos de gozo fueron de retiro y silencio, pero ya se acerca el tiempo de salir y dar testimonio de que el Señor obró en nuestro corazón en estos momentos y quien regrese a su cotidiana rutina ¡Bendígala y dé gracias! Porque pronto nos volveremos a ver, a abrazar, a compartir nuestra fe como Iglesia, pero mientras tanto, sigamos esperando y no busquemos a Dios en el huracán de las dudas, en los medios ruidosos o en el fuego de la falsedad

 

Hoy es Pentecostés y el Espíritu Santo nos recuerda que estamos reunidos, esperando la promesa, esperando escuchar nuestra voz de nuevo, la de los que creyeron, esperaron y vivieron la caridad…ya no se escucha el caos de Babel, ahora es la abundancia del don de Dios por lo que te invito a concluir este momento de reflexión, orando como San Agustín al Espíritu Santo:

 

Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente.

Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente.

Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas.

Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas.

Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas. Amén.

 

Te deseo un feliz fin de Pascua, un feliz fin del mes de mayo y que este junio no te falten las bendiciones de parte del Señor

 

Y también, deseo que el Espíritu Santo renueve siempre tu corazón, el mío, el nuestro.

 

Feliz Pentecostés.

 

 

 

 

Publicado el 31 May, 2020 en Presentación. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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